lunes, 1 de marzo de 2010
Los dos Jotas - JOSÉ Y JARACHI
DEFENSA DE LA ALEGRÍA
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del caos y de las pesadillas
de la ajada miseria y de los miserables
de las ausencias breves y las definitivas
Defender la alegría como un atributo
defenderla del pasmo y de las anestesias
de los pocos neutrales y los muchos neutrones
de los graves diagnósticos y de las escopetas
Defender la alegría como un estandarte
defenderla del rayo y la melancolía
de los males endémicos y de los académicos
del rufián caballero y del oportunista
Defender la alegría como una certidumbre
defenderla a pesar de dios y de la muerte
de los parcos suicidas y de los homicidas
y del dolor de estar absurdamente alegres
Defender la alegría como algo inevitable
defenderla del mar y las lágrimas tibias
de las buenas costumbres y de los apellidos
del azar y también; también de la alegría
MARIO BENEDETTI
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Grandisimooooooo poema, excelent eleción pues.
ResponderEliminarcon cariño, esencia.
Gracias Esencia.
ResponderEliminarHacía tiempo que no entraba en tu blog, pues me pedía autorización para ello,pero por fin pude entar y leer todo lo que escribiste en ese tiempo, y te diré que "Posesa de Tizones" es muuuy buena, yo diria que buenisima.
Un abrazo.
Desde Argentina lo invito a leer mañana una nota sobre "el día de la memoria", tomado con humor
ResponderEliminarPRECIOSA!!! y contundente, me encantan las descripciones de Mario JAJA. Defender la alegria incluso de si misma!!! que locura más bonita!!
ResponderEliminarGoogle censura a Enrique Ubieta –la isla desconocida-, pensador, escritor y ensayista… denúncialo.
ResponderEliminarTu cabeza, tu gesto, tu aire
ResponderEliminarComo un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.
El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.
El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.
Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.
Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi ironía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;
Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la naturaleza.
Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,
A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.
Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.